Distinguen con el premio Menéndez Pelayo al filósofo y académico Julián Marías
Ayer le fue concedido al filósofo y académico Julián Marías el premio Menéndez Pelayo, por ser la suya una trayectoria «con una proyección excepcional no sólo en España sino en la escena cultural de todas las Américas, constituyendo una referencia moral para varias generaciones de intelectuales».
Un Jurado del que formaban parte Raúl Morodo (antiguo rector de la UIMP), Gregorio Salvador (vicedirector de la Real Academia Española), Juan López Dóriga (director general del Instituto de Cooperación Iberoamericana), Jesús de Polanco (presidente de la Fundación Santillana), Eulalio Ferrer (presidente de la Fundación Cervantina de México), Adolpho José Melfi (rector de la Universidad de Sao Paulo) y Miguel León-Portilla (historiador mexicano premiado en la edición precedente), otorgó ayer al filósofo e historiador de la Filosofía, ensayista, sociólogo y crítico cinematográfico Julián Marías, insigne colaborador de ABC, el premio Menéndez Pelayo, que este año cumple su décimo sexta edición, por considerar que el galardonado «ha recorrido desde la filosofía de la Grecia clásica al arte cinematográfico de nuestro tiempo; de la historia de la Filosofía al ensayo histórico; desde el análisis literario al estudio sociológico, con una proyección excepcional no sólo en España sino en la escena cultural de todas las Américas, constituyendo una referencia moral para varias generaciones de intelectuales». Dotado en la actualidad con 48. 000 euros, el premio Menéndez Pelayo lo han recibido, entre otras figuras, Octavio Paz, Julio Caro Baroja, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa.
-Este es un premio universitario... Háblenos de su paso por la Universidad.
-Fui alumno de la Universidad desde 1931 a 1936, cuando la Universidad alcanzó un nivel que no había logrado antes ni lograría después, En eso he tenido una suerte enorme... Por aquel entonces enseñaba en la Universidad española gente tan extraordinaria como Ortega, Morente, Zubiri, Gaos, Besteiro, Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Assín Palacios o Américo Castro. Y yo qué sé... Era una cosa increíble.
-La guerra debió ser una interrupción desastrosa, ¿cómo le afectó?
-En eso también tuve mucha suerte, porque me licencié a tiempo: acabé la carrera un mes antes de que estallara la guerra. La gente que no había terminado se quedó cortada con los tres años de guerra, y tuvo que reanudar los estudios después, lo que fue una cosa muy lamentable.
-Aquella Universidad, ¿se parece en algo a la actual?
-Yo creo que se parecen poco. Aquella Universidad fue destruida por la guerra civil, luego se trató de recomponerla, y se continuó en cierto modo; y ha habido cosas muy valiosas, pero no tiene nada que ver. El conjunto no tiene comparación. Luego ha pasado gente muy eminente, no faltaba más; y una parte de la que había, se quedó y se estableció. Pero hubo un gran descenso, durante muchos años faltaba libertad académica... No, no es lo mismo.
-Su «Historia de la Filosofía» ha sido manual de cabecera de miles de estudiantes, pero ¿pudo usted dar clases en la posguerra?
-Yo ni podía enseñar en ninguna parte, ni pude escribir en los periódicos en doce años. Empecé a publicar en 1951, en ABC. Antes no me fue permitido, de modo que la mía ha sido una vida muy difícil durante muchos años. Luego he estado en muchos sitios dando cursos, en Estados Unidos e Hispanoamérica. Yo a veces me definía como «escritor español y profesor americano». También he visitado como conferenciante universidades en Francia, en Alemania en Inglaterra...
Masificación universitaria
-¿Cuáles son, a su juicio, los problemas que afronta hoy la enseñanza?
-No sé decirle, porque yo estoy muy apartado de eso. No sé cómo está la Universidad, pero tengo la impresión por mis hijos, por mis nietos, por amigos, que no es lo que fue en otros momentos. Aunque siempre hay cosas valiosas. Ocurre que ha habido una enorme masificación, el número de estudiantes es enorme. Y ése es un problema, también, que no tiene solución muy fácil. Cuando yo estudiaba Filosofía éramos, más o menos, mil estudiantes en toda la Facultad. Esto ahora habría que multiplicarlo yo qué sé por cuánto.
-¿Qué relación ha tenido usted con la UIMP?
-Con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo he tenido una relación curiosa. Yo fui becario en la que se llamaba entonces Universidad Internacional de Verano de Santander, que se fundó en 1933 y no duró más que hasta 1936, porque la guerra acabó con ella, claro... Pues eso, en 1934 fui becario durante dos meses y era un centro de estudios de un nivel altísimo, con las primeras figuras de España; y entre los profesores extranjeros, varios premios Nobel. Bueno, estuve allí dos meses muy felices y muy fructíferos. Después se creó la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que ya es otra cosa, naturalmente; y mucho después he mantenido alguna relación, he dado algunas conferencias, dicté un curso breve...
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